14 Pues con las demás naciones el Soberano, para castigarlas,
aguarda pacientemente a que lleguen a colmar la medida de sus pecados;
pero con nosotros ha decidido no proceder así,
15 para que no tenga luego que castigarnos, al llegar nuestros pecados
a la medida colmada.
16 Por eso mismo nunca retira de nosotros su misericordia: cuando
corrige con la desgracia, no está abandonando a su propio pueblo.
17 Quede esto dicho a modo de recuerdo. Después de estas pocas
palabras, prosigamos la narración.
18 A Eleazar, uno de los principales escribas, varón de ya avanzada
edad y de muy noble aspecto, le forzaban a abrir la boca y a comer carne
de puerco.
19 Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame,
marchaba voluntariamente al suplicio del apaleamiento,
20 después de escupir todo, que es como deben proceder los que
tienen valentía rechazar los alimentos que no es lícito probar ni por amor a
la vida.
21 Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la
Ley, tomándole aparte en razón del conocimiento que de antiguo tenían
con este hombre, le invitaban a traer carne preparada por él mismo, y que le
fuera lícita; a simular como si comiera la mandada por el rey, tomada del
sacrificio,
22 para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua
amistad hacia ellos alcanzara benevolencia.
23 Pero él, tomando una noble resolución digna de su edad, de la
prestancia de su ancianidad, de sus experimentadas y ejemplares canas, de
su inmejorable proceder desde niño y, sobre todo, de la legislación
santa
dada por Dios, se mostró consecuente consigo diciendo que se le mandara
pronto al Hades.
24 «Porque a nuestra edad no es digno fingir, no sea que muchos
jóvenes creyendo que Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado a las
costumbres paganas,
25 también ellos por mi simulación y por mi apego a este breve resto
de vida, se desvíen por mi culpa y yo atraiga mancha y deshonra a mi vejez.
26 Pues aunque me libre al presente del castigo de los hombres, sin
embargo ni vivo ni muerto podré escapar de las manos del Todopoderoso.
27 Por eso, al abandonar ahora valientemente la vida, me mostraré
digno de mi ancianidad,
28 dejando a los jóvenes un ejemplo noble al morir generosamente
con ánimo y nobleza por las leyes venerables y santas.» Habiendo
dicho
esto, se fue enseguida al suplicio del apaleamiento.
29 Los que le llevaban cambiaron su suavidad de poco antes en
dureza, después de oír las referidas palabras que ellos consideraban
una
locura;
30 él, por su parte, a punto ya de morir por los golpes, dijo
entre
suspiros: «El Señor, que posee la ciencia santa, sabe bien que,
pudiendo
librarme de la muerte, soporto flagelado en mi cuerpo recios dolores, pero
en mi alma los sufro con gusto por temor de él.»